Guía para la educación ambiental: La huella en el espacio natural que habitó la humanidad hace miles de años, fue absolutamente insignificante; donde, los recursos naturales con que contaba eran suficientes para satisfacer sus necesidades vitales. Vivían adaptados a la dinámica de la naturaleza y los beneficios que esta les proporcionaba para sobrevivir: frutas, tubérculos, plantas, así como la pesca y la caza entre otros. Se trataba de personas sin lujos ni lugar fijo en dónde vivir que emigraban constantemente (nómadas), lo que permitía la regeneración natural de los suelos que habían dejado atrás.
Pero con el surgimiento de la agricultura, la domesticación de animales, el perfeccionamiento de los métodos de caza y pesca, la aparición del lenguaje, entre otros, ya no necesitó estar emigrando todo el tiempo, gracias a que podía producir los alimentos que necesitaba para él, su familia y los animales domésticos que poseía. Progresivamente fue creando, además, las condiciones óptimas para la vida: una familia, alimentación y un techo dónde vivir. Aun así, los efectos negativos, que causaban a la naturaleza, seguían siendo intrascendentes.
Progresivamente, el hombre fue experimentando un desarrollo social que les permitió organizarse mejor, formar comunidades y trabajar de manera más ordenada y eficiente. Estos sucesos facilitaron, no solo la sostenibilidad en el tiempo de las distintas generaciones, sino llegar hasta nuestros días con una huella claramente visible en el entorno natural que habitamos
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